Pásenle a lo barrido y a lo barrial

Hijo de un luchador. Fan de Extremoduro y de Manic Street Preachers. Adicto a las botas vaqueras. Coleccionista de sombreros vaqueros y cintos piteados. Aficionado al jazz, vago y autodidacto. He trabajado como despachador de pollo frito, chalán de frutería, fabricante de jocoque casero, lavaplatos en una pozolería, dependiente en una tienda de discos, bodeguero de panadería y vendedor de cerveza en el estadio Corona.

martes, 24 de junio de 2008

Libro de jaikus



En su prólogo a Book of blues[1], Robert Creeley escribe: “Difícil ahora trasladarse al tiempo en que Jack Kerouac escribió estos poemas”. Lo mismo puede decirse de Libro de Jaikus[2]. Uno de los principales impedimentos para emprender la regresión es la perdida de la inocencia. La presente recolección de jaikus son textos escritos desde la inocencia. Significado que no se puede traducir en ingenuidad. Pero ¿inocencia global? ¿Del autor? ¿Del lector? Inocencia en todo sentido.

Conducta que en Kerouac sostuvo diversas luchas internas. Asumida como sencillez. En otras ocasiones como timidez. Incluso espectada como confusión. En youtube existen dos testimonios señeros que ejemplifican a la perfección cómo perdió la inocencia Jack Kerouac. El primero se descuelga de 1959, año boom del Beat, es una respetuosa entrevista hecha por Steve Allen en su show. En pantalla vemos a un Jack ebrio leer un fragmente de On the road acompañado al piano por el mismo Allen. Aunque la cultura Beat estaba despertando el sensacionalismo beatnik, la aproximación de Allen a la figura de Jack no fue trivializante. Sin embargo, a Kerouac se le advierte incomodo, inseguro, temerario. Un malestar ontológico comienza a formarse dentro de él. Paradoja insuperable. Jack, el escritor que había luchado por modernizar la prosa norteamericana, se sentía minimizado ante el espectro contemporizador.

El segundo documento visual sucede diez años después, en 1969, mismo año en que muere Kerouac. En la década entre una presentación y otra, el autor consiguió para sí un intenso background autodestructivo, digno de novela rusa. Observamos en el programa italiano a otro Jack, totalmente borracho, manotear y desgañitarse en elogios para con la crítica italiana Fernanda Pivano. Resulta tan patético, que más que el Rey de los Beats, Kerouac parece una caricatura de si mismo. Estas dos postales fílmicas revelan el sufrido proceso, durante el que se corrompió, que la fama le infligió a Kerouac. El autor, uno de los más prolíficos de la historia de la literatura, no escribiría más que unos cuantos poemas en los últimos cinco años de su vida. Una muestra de que con inocencia había extraviado su lugar en el mundo. Su sentido de pertenencia. Su capacidad para trabajar con la pureza como materia. No es una casualidad que el estudioso mexicano del Beat, Jorge García-Robles, haya titulado a su trabajo sobre los días que Kerouac pasó en México El disfraz de la inocencia. Con tal disfraz Jack se estaba asegurando la supervivencia.

Esta compilación afirma, sin exageración, lo que se ha dicho acerca de Jack: “Más que un poeta, es una fuerza de la naturaleza”. Según el propio Kerouac, su obra podría ser observada como un panteón otoñal. Afirmación realizada en base a su producción narrativa. Pero conforme los textos inéditos del autor han salido a la luz, se aprecia que dentro de su producción poética también existe esta conexión. Book of Haikus es un hermano de Book of dreams, que a su vez es hermano de Book of Blues, hermanado con Mexico City Blues. Poemario que Allen Ginsberg calificó como un “clásico original de la literatura posmoderna”. Descripción que nos sirve para hacernos una idea del potencial poético de Kerouac. Una anécdota que refuerza la importancia de la poética de Jack es la historia que cuenta Ginsberg acerca de cómo Bob Dylan le confesó que la de Kerouac fue la primera poesía que realmente le había hablado en su lengua. Si su pericia descriptiva puede ser calificada como una comedia, la congregación poética será llamada a ser señalada como una suite tipificada por diversos movimientos: melancólico, blues, zen, Beat.

Libro de jaikus fue planeado en un principio para albergar 212 textos escritos por Kerouac para este libro en particular. Publicado póstumamente por Penguin, su versión definitiva contiene más de 500 poemas. Rescatados de cartas, blocs de notas, cuadernos y algunos extraídos de novelas o cartas. Tal cantidad de fragmentos e insistencia por reunir la obra confirman a Jack como un gran artífice del género. Al momento de realizar una historia del jaiku occidental, sin duda este autor se llevara una revisión exhaustiva. No sólo en su papel de escritor, también en su faceta de estudioso del jaiku. Entusiasmo que lo asocia con otros escritores en apariencia tan distintos a Kerouac, como por ejemplo Octavio Paz. En el campo del jaiku las correspondencias entre ambos son incuestionables.

El jaiku es, sin establecerlo deliberadamente, dentro de las corrientes poéticas, el modelo más religioso. Si bien toda experiencia poética tiene algo de iluminatoria, es en el jaiku donde prevalece con mayor presencia. En su libro La cultura de la contracultura[3], Alan Watts dice: “cuando empleo la palabra misticismo me estoy refiriendo a un tipo de experiencia –a un estado de conciencia, por así decirlo– que a mi entender es tan común entre los seres humanos como el sarampión. Es algo que sencillamente ocurre y no sabemos por qué”. El jaiku, como ninguna otra practica escritural, se basa en tales principios. Es el documento que captura con eficacia la experiencia mística. Es tan imponente su impacto de iluminado que alcanza niveles religiosos, en un sentido no sectario, por su cualidad epifánica. Además, el instante que origina el jaiku se produce de manera común. No se necesita de un grado especial de concentración. Nace de los hechos comunes, bucólicos, contemplativos, etc.

Los accesos de fiebre escritural por el jaiku que tuvo Kerouac fueron propiciados fundamentalmente por su conversión al busdismo zen hacía el año 1953 y su consecuente contacto con Alan Watts y animados por la amistad que sostuvo con el poeta Gary Snyder. Personaje que no se salvó de la mitificación kerouaquiana en la novela Los vagos Dharma[4].

Lamentablemente Jack no tuvo la oportunidad de ver sus jaikus publicados. En 1968, Neal Cassady, su compañero de viajes y prototipo de la conciencia norteamericana que alimentaba la prosa de Kerouac, murió en México. Un año antes, en 1967, había fallecido el saxofonista John Coltrane de cáncer en el hígado. En 1955 se había marchado Charlie Parker, su héroe, mentor e inspirador. El mundo al que pertenecía comenzaba a desmoronarse. Por su parte, Jack se había resistido a avanzar junto a otros miembros de su generación. Cassady y Ginberg se adhirieron al hippismo. Más tarde, en la década de los ochenta, William Burroughs se manifestaría a favor del punk. Jack se negaba a transformarse. A dejarse manipular por los medios. Su última aparición en televisión junto a Fernanda Pinavo lo ridiculiza, lo hace parecer como un payaso. Pero no es así cómo vamos a recordar a Kerouac. Para nosotros siempre será el hombre que antecedió al punk en cuanto al no-future. Que prefirió morir con su época a renunciar a ella. El hombre que murió en llamas, no como Ginsberg y Burroughs que murieron cobijados por la longevidad. El hombre que murió, como Charlie Parker, frente al objeto que más lo atemorizaba, el televisor.




[1] Penguin Books, 1995
[2] Bartleby Editores, 2008, Traducción y prólogo de Marcos Canteli
[3] Kairós, 2001, Traducción de Alicia Sánchez
[4] Editorial Anagrama, 1996, Traducción de Mariano Antolín Rato