Pásenle a lo barrido y a lo barrial

Hijo de un luchador. Fan de Extremoduro y de Manic Street Preachers. Adicto a las botas vaqueras. Coleccionista de sombreros vaqueros y cintos piteados. Aficionado al jazz, vago y autodidacto. He trabajado como despachador de pollo frito, chalán de frutería, fabricante de jocoque casero, lavaplatos en una pozolería, dependiente en una tienda de discos, bodeguero de panadería y vendedor de cerveza en el estadio Corona.

viernes, 28 de marzo de 2008

Sonidos para la Pop generation



Hablar de un regreso triunfal de Manic Street Preachers sería arriesgado. A pesar de las dos nominaciones para los prestigiosos premios Q, por mejor álbum y mejor canción, Send away the Tigers (2007) guarda excesivas similitudes con su antecesor, Lifeblood (2004). Es demasiado pop. Lejos ha quedado el marxismo-leninismo, los días en que James Dean Bradfield salía al escenario con un pasamontañas, la moda guerrillera que usaban todos los miembros de MSP, la playera con el estampado de la estrella roja, las botas militares, la boina estilo Che Guevara. Y lo más importante, atrás quedó ese espíritu incansable por criticar al imperialismo y al capitalismo, a la tecnocracia, al estilo de vida hiperconsumista que las sociedades modernas han diseñado para sus individuos. ¿Dónde está aquel grupo que clamaba porque la Norteamérica blanca dijera la verdad al mundo?

Quizá sea injusto juzgarlos de esta forma. Pero tales observaciones no sólo van dirigidas a cuestionar la postura política del conjunto. Todo lo anterior ha tenido un impacto decisivo en el sonido Manic-Street-Preachers. Desde la desaparición de Richey James Edward en 1994, guitarrista en los tres primeros discos y líder ideológico, el estilo de la banda ha dado bandazos en diversas direcciones. A diferencia de otros grupos de rock, que desde el inicio nacen con un sonido dado, MSP ha tenido que luchar por conseguirlo.

Que el vocalista apareciera con un pasamontañas con su nombre rotulado en letras blancas suponía tanto una actitud revolucionaria como de terrorismo musical. Aquí surge una analogía interesante. James Joyce, el escritor irlandés, se burlaba porque su novela, desarrollada en Dublín, era calificaran como literatura inglesa. Esto contiene implicaciones políticas, causadas por el racismo que los ingleses experimentan hacia Irlanda. En el caso de MSP, originarios del país de Gales, sucede lo mismo, ahora son considerados como abanderados indiscutibles del Britpop.

Lejos ha quedado el tiempo en que New Musical Express y Melody Maker calificaban a MSP como el N. 1 de U. K. Cuando Holy Bible (1994) los dignificó como una leyenda viviente que combinaba el comunismo con el primitivismo del rock, pero que a su vez imponían una vanguardia en el sonido. Sin sospechar que con el tiempo Holy Bible se convertiría en un clásico, la máxima cumbre del rock de los noventas. Cuando aparecían en programas de televisión, como Top of the pops, con bordados de Mao en sus vestimentas. Trece años han pasado desde la desaparición de Richey James. Una muerte siempre va a resultar trágica, pero una desaparición es dramática. Esto supuso un alto para los restantes miembros de la banda. Era una clara advertencia de que la actitud que provocaban en la audiencia molestaba a más de un sector de la ultraderecha. Sin embargo, el título de su siguiente disco, Everything must go (1996), demostró que no estaban dispuestos a doblegarse. El grupo no se disolvía, ni se sustituiría a Richey James, nadie podría ocupar su lugar.

Con algunas de las letras firmadas por el ausente Richey James, más la forzosa obligación de James Dean Bradfield por tomar las riendas de MSP, Everything must go deslumbró por la manera en que asimila el proceso de la pérdida. Si bien el grupo deja a un lado el sonido que lo caracterizaba, gana en cuanto a que consiguen para sí un sonido inédito, además de revelar a James Dean Bradfield como un cantante excepcional. Sin duda uno de los sonidos más finos y elegantes del pop inglés de todos los tiempos sin olvidarse de la distorsión. La incursión de la trompeta como contrapunto para suplir la ausencia de la guitarra de acompañamiento encumbra a MSP como una de las potencias de la música de la década. Pero lo más destacable de Everything must go es, sin duda, su cualidad de indispensable. Un disco imponderable para el desarrollo de la música por sucederse. En primer lugar por el hallazgo musical, en segundo porque era injusto que el periplo de una de las bandas clave del renacimiento musical de Gales terminara de esa manera, y por último, nada sería peor que callarse todo aquello que nadie se atrevía a decir.

Después vendría This is my truth tell me yours (1999). Un disco de transición. Que sí, alberga canciones entrañables y memorables. Pero se advierte que MSP empieza a sentirse demasiado cómodo en el pop. Ya no cuenta con los mismos recursos del anterior. Además de que presenta una devoción insólita por la guitarra acústica. La calidad de las letras, ahora a cago por completo de James Dean Bradfield, no disminuye. La actitud contestaría tampoco se pierde, pero si hay una inclinación sofá que antes no aparecía. Aunque hay piezas tan simbólicas como “If you tolerate this your children will be next” y “You stole the sun from my heart”, existe un contraste con el MSP anterior que rogaba por un plan de vida, pero un plan de vida para darse en la madre. Todo producto del desgarramiento que les supuso la amputación de un miembro sustancial para el funcionamiento de su banda, y lo que es peor, les amputaron la cabeza. En este nuevo se extraña la rabia contra la revista Times, contra el premio Pulitzer. Ese El futuro es la muerte gracias a Norteamérica.

El pop es la puta más grande del mundo. MSP lo sabía, entonces renuncian a él y si tienen un regreso genial con Know your enememy (2001). Donde recuperamos a los MSP de siempre, aquellos que no son editados en U. S. A. y que sus discos made in U. K. sólo se pueden conseguir importados. Ahora más procastristas que nunca. Coinciden con el conflicto del balserito Elian, que el gobierno de Estados Unidos se niega a devolver a Cuba. Para apoyar el regreso de Elian a la Habana MSP compone una rola del conflicto y se convierte en el primer grupo de rock de la historia en tocar en la Isla. Antes que nadie. Y no sólo eso, si no que su actuación contó con la presencia de Fidel Castro. Hecho que proporciona la fuerza del grupo, pues Castro siempre ha considerado al rock un arma de penetración capitalista. Lo más rescatable de todo es que MSP recobra su sonido explosivo y sin concesiones, quienes más que cantar gritan las canciones, reclamaban, levantaban la voz. Que nos recordaba la actitud punk de “Judge your self”, lo brillante de Holy Bible y el equilibrio de Everything must go. Un sonido que aunque en el extremo opuesto de su primer disco sin Richey James, una vez más resultaba impostergable. Nadie era o ha sido capaz de sonar así.

En seguida se suceden dos discos que van de la mano. LifeBlood y Send away the tigers. En el caso del primero, al escuchar su comienzo de inmediato se prendieron los focos rojos en los oídos de sus seguidores. Acostumbrados a que en la historia de MSP existan altas y bajas, se percibió de inmediato que era otro disco de transición. Lo más escandaloso ese sonido antichart se había perdido de nuevo. Ahí donde se había quedado This is my truh tell me your, comienza Lifeblood. A pesar de eso, hay que dejar claro, no se trata de un mal disco. Al contrario, frente a tanto pop plástico y rampante que se oye en la radio, se encuentra a años luz de distancia. Es totalmente disfrutable, porque MSP son unos músicos de excelente nivel. Incluso me parece injusto y desaprobatorio tratar de enjuiciar un disco del tamaño de Lifeblood en una cuantas líneas. Pero algo que no se le puede tolerar al sonido MSP es que contenga elementos ligth. Sólo los fans de gueso colorado lo aceptarían sin reservas.

Acontinuación llega Send away the tigers, un conjunto de buenas melodías pop, pero no impecable como se han atrevido a calificarlo algunos. Lejos de mostrarme inquisidor, es fácilmente advertible que MSP otra vez empiezan a sentir el confort del pop más de la cuenta. Como ejemplo está la invitación de Nina Persson (The Cardigans) para cantar a duo “Your love is not enough”. Sin ánimo de caer en fundamentalismos, para el MSP de antes era impensable hacer algo así. Los motivos son simples, jamás se persiguió el single. Cantar junto a alguien es un guiño descarado a lo comercial. Precisamente todo contra lo que MSP siempre ha estado en desacuerdo.

Un factor que le resta gran merito al nuevo disco es que los vasos comunicantes con el primer disco de solista de James Dean Bradfield son casi indisolubles. The great western (2006), lanzado como una especie de precampaña para Send away the tigers, nos posibilita para hacer una lectura del sonido actual. Su disco de solista suponía una purga de sus intereses personales con los de la banda. Y qué sucede, que suenan idénticos. Se podrá argumentar que es así porque ahora MSP es James Dean Bradfield. Pero no. la muestra es el disco de solista d el bajista Nicky Wire, I kill the Zeitgeist (2006). Un producto alejado del pop, también alejado de la distorsión, pero que condensa todo el espíritu MSP.

Para concluir es necesario puntualizar que Send away the tigers es un disco medianamente bueno. MSP ha sufrido innumerables mutaciones. En esta ocasión no han luchado por su sonido. Volvieron a lo accesible. Es imposible enjuiciarlos sin el contexto del anterior MSP. Un grupo antiyanky que con su tercer disco, Holy Bible, alcanzaron la fama mundial y se aseguraron un lugar en el inconsciente colectivo. Han empezado a perder su cualidad de Forever delayed. ¿Acaso las masas han perdido su lucha contra las clases? Sería una gran ironía, una cruel broma de los tiempos que MSP se convirtieran en unos niños bonitos del pop.

Publicado en Tierra Adentro N. 149-150, Dic 2007 - Mar 2008