Pásenle a lo barrido y a lo barrial

Hijo de un luchador. Fan de Extremoduro y de Manic Street Preachers. Adicto a las botas vaqueras. Coleccionista de sombreros vaqueros y cintos piteados. Aficionado al jazz, vago y autodidacto. He trabajado como despachador de pollo frito, chalán de frutería, fabricante de jocoque casero, lavaplatos en una pozolería, dependiente en una tienda de discos, bodeguero de panadería y vendedor de cerveza en el estadio Corona.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Las décadas ambiciosas de un operario de whiskey desbocado


Tom Waits, el poeta de Sebastopól, el poeta del crack of dawn, por fin ha dejado de ser huérfano de bibliografía en español. Innocent when you dream es el título original del libro editado por Global Rhythm como Tom Waits. Conversaciones, entrevistas y opiniones (2008). Como el subtítulo lo indica, se trata de una miscelánea textual a propósito del último poeta maldito. Aunque lo óptimo sería una autobiografía salida directamente de las manos del propio Waits, o en su defecto un relato narrativo de vida cronológico y exhaustivo escrito por algún atacado de su obra, el presente material refleja a la perfección el carácter fragmentario y polifacético del cantante, pianista, jazz man contemporizador, baladista, relator de historias.

El trasunto se divide en tres apartados: “Un parte meteorológico emocional”, “Un jinete lleno de bourbon” y “Ahora vente a casa”. Cada uno corresponde a sus periodos discográficos para Asylum, Island y Epitaph respectivamente. Recopilado por Mac Montandon, el trabajo reúne testimonios de autoridades del mundo de la cultura. David Fricke, reputado crítico musical, arroja su visión sobre el entramado Waits. El venerado director de cine de culto Jim Jarsmuch, que en sus proyectos ha incluido a Tom como actor y cantante, presenta una entrevista. El fenómeno del teatro experimental Robert Wilson y Elvis Costello también aportan comentarios. Sin olvidar el prólogo de Frank Black, líder de The pixies. La lista de celebridades incluida en el proyecto arroja pistas sobre la dimensión de la estatura de Waits. Equiparable a figuras de la talla de Leonard Cohen, Bob Dylan o Lou Reed.

Si bien Tom no es un personaje familiar a México, aquí sigue siendo under, México sí es cercano a Waits. Baste mencionar sus expediciones a Tijuana y el mariachismo de clóset de los metales de algunas de sus canciones como “Way down to the hole” o “Hang on St. Christopher”, para confirmarlo. Las conversaciones, entrevistas y opiniones vertidas en el libro, funcionan como una guía ideal para el neófito en la obra del nativo de Pomona, California, que además se declara habitual de Los Ángeles por elección personal. Contiene la discografía completa y algunos de las reflexiones más mordaces del pensamiento actual.

Entre las linduras que salen de la boca de Waits destacan varias en la primera parte, la que se refiere a sus años de juventud. Hacia 1978, con cinco discos bajo el brazo, declaró a Creem, la prestigiosa revista del controversial Lester Bangs: “La gente que no puede con las drogas se entrega a la realidad”. Durante esa época Tom detestaba el bluegrass mal tocado. Pero sólo una cosa detestaba aún más, y eso era el bluegrass bien ejecutado. Y no deja de advertir: “Cuidado con las chicas de dieciséis años que visten pantalones campana y se han escapado de casa llevando un montón de discos de Blue Oyster Cult bajo el brazo”.

Tiempos en que era telonero de Frank Zappa. Por sus palabras nos enteramos que dos de sus escritores favoritos son Jack Kerouac y Charles Bukowski. Su disco preferido es Kerouac-Allen. Revela que comenzó a escribir en paredes de baños públicos. Lo anterior, sumado a la fascinación por Ray Charles, definió el estilo de sus primeros discos: un vagabundo que apesta a cerveza frente al micro, que ataca el piano en una atmósfera de bar de mala muerte poblado por fumadores empedernidos, mientras con voz ronca canta poemas beat sobre huevos a medio freír y aventuras de esperpentos venidos del frío.

La primera transformación: del motor V-8 al convertidor catalítico
En sus años de aprendizaje, Tom fue recogiendo bártulos en el camino, se casó, cambió de disquera y evolucionó su sonido. Sus dos últimos trabajos para Asylum, Blue Valentine (1978) y Heartattack and vine (1980), si bien conservaban la aventura jazzy, el spoken word y el blues, mostraron una impronta rock. Sello que sería determinante en sus nuevas experimentaciones musicales.

La trilogía formada por Swordfishtrombones (1983), Rain dogs (1985) y Frank’s wild years (1987), lo convirtieron en una leyenda viviente. Habituado a crear personajes, Waits pasa del fugitivo de la justicia al operachi romántico, al predicador, al jinete negro. Se rodea de músicos de la vanguardia newyorkina como Marc Ribot, o de respetables veteranos como Larry Taylor o Greg Cohen. Tiempo después, participarían en sus grabaciones Flea, Les Claypool, Charlie Musselwhite, John Hammond, Keith Richards de los Rolling Stones, David Hidalgo de Los Lobos.

El transito por el jazz, el blues y el rock protopunk llevaron a Waits a convertirse en un indiscutible del pop original. Los 80’s y 90’s fueron décadas afortunadas. Ya nada lo detuvo. Recogió de todo en su trabajo: country, punk, grunge. Su voz, antes aturdida por el abuso de tabaco y whiskey, ahora se ha vuelto más gutural y cavernosa, como si llevara cien años anunciando las propiedades de algún tónico inútil en los poblados olvidados de Texas. Nada ha cambiado, Tom sigue a pie por Los Ángeles, pero amenaza con mudarse: “Quizá acabemos en Missouri. Quiero un lugar donde pueda plantar rosales. Sentarme en el porche con una escopeta y quedarme con todas las pelotas que pierden los niños. Enloquecer. No las lancen a mi jardín”.

Se refiere a su carrera como a un perro: “A veces viene cuando lo llamas. A veces se te sube en el regazo. A veces rueda por el suelo. A veces no hay forma de que haga nada”. Y así, montado en el éxito y afincado en New York, se precipita hacia el 2000.

Una metamorfosis kafkiana si Kafka hubiera sido un Nelson Algren indi
La última parte del libro arranca con la publicación de Mule variations, que según David Fricke es la obra maestra de Waits, en el sello indi Epitaph. Su antecesor, Bone machine, ganador del Grammy, apareció en 1992, siete años antes. Así que su regreso fue tomado por la crítica y el público como una resurrección neón. Por fin se ha mudado de vuelta a California, a Santa Rosa, a 110 millas de san Francisco, y sigue preguntándose si “habrá night-clubs en el cielo”.

Vertiginoso, recorre el nuevo milenio. Cada nuevo álbum es saludado por la crítica como un acontecimiento sin precedentes. Ven la luz Alice y Blood Money (2002). Seguidos por Real gone (2004), y en 2006, un álbum triple con más de cincuenta canciones, hasta ahora el proyecto más ambicioso de Tom Waits: Orphans: Brawlers, Bawlers & Bastards. El sonido del Waits de Epitaph es cada vez más imbricado. Su pasión por percutir martillos, cubos, tubos en superficies diversas, se vuelve más obsesiva. Filtra su voz, como si no hubiera ya suficientes efectos en ella. Es como un Kafka que en lugar de aprovecharse de su fama y dirigirse hacia el gran público, se repegara más en su propio Proceso.

Tres décadas es demasiado tiempo para resumirse en 375 páginas, sobre todo para una discografía prolífica hecha por un Tom que alternaba sus primeras inclusiones en el show bisnes con trabajos diversos, como cocinero, taxista, despachador de gasolina, sacaborrachos, lavaplatos o mesero. Un Waits que a últimas fechas es aficionado a los libros de medicina. Sin embargo, el lector y el quisquilloso iniciado se verán recompensado por el humor inteligente e hilarante de Tom Waits, esparcido por todo el libro como miel de maple sobre hot cakes rancios, que ante tanta insistencia sobre el por qué de su profesión, sólo alcanza a responder: “tenía que elegir entre el mundo del espectáculo o una carrera en la refrigeración y el aire acondicionado”.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Anuario de poesía mexicana 2007

un poema mío en el anuario:


Apocalipsis Now Redux*


No amo a mi patria.
pero sueño.
no me queda más remedio
sueño
y estoy sólo
con un vaso de leche Liconsa
en la mano que despachó
y despachó la gasolina
a la clase política
con la destreza impar
de echar monedas a la rockola
(aunque suene mal)
-y sueño Oh
el horror, el horror.




*Cfr. "Alta traición", de José Emilio Pacheco

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Botellazos desde la tumba


Hank continúa respirando por la herida. Portions From a Wine-Stained Notebook (Extractos de un cuaderno de notas teñido de vino, City Lights, Oct., 2008) es su borrachera más reciente. Compilado por David Calonne, el subtitulo lo dice todo: Uncollected Stories and Essays, 1944-1990, reúne páginas sueltas de la saga bukowskiana.

Como en sus buenos tiempos, pues se trata, entre otras épocas, de sus mejores momentos, Bukowski demuestra que aún ocupa un sitio en las mesas de novedades editoriales. Encontramos aquí el origen de la senda, hablamos de "Aftermath of a Lengthy Rejection Slip", el primer cuento que el autor publicara en vida a la edad de 24 años, en Story Magazine. Único texto que hasta ahora ha visto la luz en castellano de manera ilustrada como “Secuelas de una larguísima nota de rechazo” (Nórdica libros, Octubre, 2008, Dibujos de Thomas M. Muller). Un relato autobiográfico con un inesperado final que describe la desilusión de Bukowski por las publicaciones. Después de esto, Hank dejaría de escribir durante una década.

Recogidos desde periódicos undergrounds, suplementos literarios, incluso revistas porno, hasta publicaciones de prestigio, los materiales invocados condensan inmejorablemente el estilo Buk. “Dirty Old Man Confesses” (Confesiones de un viejo sucio), está salido directamente de su célebre Escritos de un viejo indecente. Ambos escritos comparten la intensidad que haría famoso a su autor. Publicados en un principio como una columna, al momento de ser compilado y seleccionados, Hank eliminó sus primeras entregas. Mismas que aquí se recuperan.

Sobresale la crónica de carácter ficticio-autobiográfica “I meet the master”. Como en los sensacionales textos donde Bukowski relata sus encuentros, ficcionados, con Henry Miller y Neal Cassady, aquí elabora un episodio junto a quien él considera su maestro: John Fante. La mejor creatividad no autobiográfica de Hank se encuentra disparada en este tipo de textos. Recordemos la ridiculización que gusta hacer el autor de otros escritores. Aunque no es el caso, Fante tampoco escapa a la ácida visión bukowskiana.

Gran parte de las meditaciones, ensayos, reflexiones tiene una conexión con los textos de su diario El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco. Hacia sus últimos años, disfrutaba leyendo sobre todo filosofía. Sus constantes referencias a Sartre así lo demuestran. Entre las nuevas figuras, pasa lista a Artaud, Pound, e incluso se toma la libertad de confeccionar una viñeta sobre los Rolling Stones. También abundan las consideraciones a sus temas predilectos, las carreras de caballo, el precio de la cerveza, las mujeres. Por supuesto no deja ir a Hemingway en la reseña “An Old Drunk Who Ran Out of Luck”. Sin nada que regatearle al mejor porno británico, asistimos también a una de las mejores escenas de lesbianas de la historia de la literatura. No podían faltar las crueles observaciones al sexo.

En su vejez, Buk se quejaba constantemente de que el cuento lo había abandonado. “The others”, incluido en esta colección, último relato hecho por él, es un verdadero agasajo para los seguidores de la senda del perdedor. Un desdoblamiento de Hijo de Satanás. Tal vez fue concebido como el arranque para un nuevo volumen de historias cortas. Obra nunca concretada, pues vociferaba Hank que todo su tiempo se lo llevaban los poemas y las novelas.

Tampoco faltan las apreciaciones donde retoma sus concepciones poéticas. Concebidos como ensayos, “A Rambling Essay on Poetics and the Bleeding Life Written While Drinking a Six-Pack (Tall)”, “In Defense of a Certain Type of Poetry, a Certain Type of Life, a Certain Type of Blood-Filled Creature Who Will Someday Die”, los textos nos acercan a ese Bukowski de Poemas de la última noche de la tierra, acercamientos cada vez más desencantados que indican que el autor conoce que se encuentra cerca de la muerte. Sin embargo, el sarcasmo y la filosofía de tarro jamás se olvida, como lo demuestra el inigualable “Upon the Mathematics of the Breath and the Way” (Acerca de las matemáticas del respirar y el vivir).

En su libro anterior, El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco, Hank advertía: colgaré de brillantes farolas apestosas. La sentencia se ha cumplido. En Portions From a Wine-Stained Notebook aún permanece colgado de los pies, cabeza abajo, con los intestinos de fuera. Dejemos que las gotas de sangre nos golpeen como una lluvia de botellas.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Carlos Fuentes is dead


Para Daniel Espartaco

Nací en 1978. Año en que Bob Dylan grabó Street Legal. Pertenezco a una promoción de narradores que sufrimos del síndrome No direction home. Algunos miembros de mi generación, al no encontrar suficientes referentes dentro de las letras mexicanas, recurrimos a otras literaturas. Entre los nacionales, nos lanzamos al revival de Rulfo, Del Paso o José Agustín. Sin embargo, también recurrimos a la guardia extranjera: John Cheever, Joyce, Kerouac, Henry Miller, Céline o Bukowski. Para nosotros son más importantes los 20 años del primer disco de Pixies, Come On Pilgrim, que el aniversario de La región más transparente de Carlos Fuentes.

En el relato “Un día en la vida”, basado en una anécdota de diciembre de 1969, José Agustín escribió que Fuentes, Vargas Llosa y García Márquez eran el fin de toda una época en la que siempre había predominado una suerte de inocencia protectora, la atmósfera de un sueño que había funcionado hasta entonces. El motivo por el cual los No direction home ignoramos a Fuentes, no sin leerlo, es por la inexistente correspondencia entre su obra inocente-protectora y nuestra realidad posmoderna.

La literatura de Fuentes, en otro tiempo el registro de la conducta del ser nacional, ha dejado de reflejar las contradicciones del mexicano. En su trabajo sobresale la identidad del país como una riqueza, sí, pero una riqueza explotada en lo anecdotario-idiosincrático, no en lo ontológico. La realidad del ser posnacional es más compleja. Todo gran novelista debe aspirar a develar esa realidad. La producción reciente de Fuentes no alcanza a representarla. Debido a su excesivo interés por historiar la novela, en sus nuevos libros ya no podemos observar al mexicano contemporáneo.

El discurso reciente de Fuentes está más preocupado por preservar cierto status literario que por promover un adelgazamiento en las líneas de lo anacrónico. Tal discurso sugiere que a Fuentes no le incomodaría que se elaborara 50 veces más La región más transparente o Cien años de soledad. Es la razón por la que aspirantes a literatos nos refugiamos en figuras forasteras, sobre todo anglosajones. Tuvimos que esperar demasiado tiempo para ver surgir a narradores en castellano con quienes nos identificáramos. Autores que describen la violencia, el terror, el suicidio de las sociedades contemporáneas. Hasta que se difundieron nombres como el de Fernando Vallejo, Pedro Juan Gutiérrez, Heriberto Yépez o Guillermo Fadanelli, sentimos un carpetazo real al boom y al realismo mágico ingenuo, ese que narra fábulas cursis mientras el mundo se está pudriendo. Realismo mágico el de Rulfo, que más allá del suceso extraordinario critica la realidad social del país al evidenciar los problemas del campo mexicano.

El responsable de La región más transparente ha dejado de ser una voz actual en las letras mexicanas. Su protagonismo sólo demuestra que la literatura no tiene nada que ver con pertenecer a un mercado literario. Su presencia en la actualidad está dictada por el mercantilismo editorial, con el objeto de mantener cautivo a un sector de consumidores de libros. Pero, por otra parte, su débil influencia y su nulo impacto entre los nacidos a partir de 1975 han propiciado que ningún joven se postule como su sucesor. No nos hace falta una secuela. Es un cinturón por el que los narradores no quieren contender. Carlos Fuentes is dead.

Publicado en Tierra Adentro N. 154, Oct-Nov, 2008